12 noviembre 2004

La visita inoportuna

No me puedo confiar. Llevaba bastante tiempo escondido y ya casi lo había olvidado. Siempre he tenido la esperanza de que un buen día se despidiera de mí para siempre, pero en mi subconsciente perviven resquicios de duda, frases escritas en un post-it imaginario que me avisan que en el momento menos esperado puede volver. Ya me ha pasado antes y he aprendido a ser muy conservador en ilusiones y nada propenso al olvido.

Lo peor es que cuando llega, llega sin avisar, sigilosamente, y cuando te quieres dar cuenta ya lo tienes encima. No entiende de fines de semana, de estados de ánimo o de planes. Le da igual que llueva o que haga frio, que sean las 6 de la tarde o las 4 de la madrugada. Aparece y punto. Y hoy ha aparecido. Se queda lo que le apetece, aunque no sea bien recibido. Hace un rato que se ha ido, pero puede volver en cualquier momento. Quizás no hoy, ni mañana, ni pasado. O tal vez sí.

Es como esas visitas insufribles que de vez en cuando llaman al telefonillo de tu casa. Inesperadas e inoportunas. No te da tiempo a reaccionar, abres la puerta y te prepraras para el sufrimiento. Y que no dure mucho, que vas a hacer ...